Puerto Calero, se está convirtiendo en un lugar donde la oferta gastronómica se ha diversificado en los últimos años. Entre los restaurantes que han sabido destacar, Ropa Vieja se ha convertido en un favorito para mi mujer y para mí. No solo por su propuesta culinaria, sino porque ha logrado algo difícil: fusionar el espíritu desenfadado del street food con una ejecución impecable y sabores vibrantes. Y todo eso con un buen precio , cuatro platos, tres refrescos, más dos postres , 81 euros.

Desde el primer momento, Ropa Vieja deja bien claro su concepto: un bar moderno con ambiente relajado, donde el protagonismo lo tienen los platos inspirados en el sudeste asiático y Sudamérica.
Yakitoris, noodles, ceviches o saltados conviven en una sencilla carta que busca sorprender con intensidad de sabores y el equilibrio perfecto entre ingredientes locales y productos traídos del otro lado del mundo.

Cierto es que esta mezcla puede ser arriesgada si no se ejecuta bien, pero aquí es precisamente donde Ropa Vieja destaca. En cada plato, se aprecia que hay conocimiento, técnica y respeto por cada receta.
Uno de los platos que recomiendo es el Pollo Korea. Pollo frito , el punto del pollo es impecable, con sésamo, salsa spicy house y arroz. La salsa es la clave, muy equilibrada.
Otro imprescindible es el ceviche, un plato donde los cítricos, el ají y la frescura del pescado logran una armonía difícil de encontrar fuera de Perú. Aquí, el equilibrio entre acidez y picante está bien medido, sin disfrazar el producto principal.

Los noodles y los saltados son la parte más reconfortante de la carta. Platos con carácter, salsas bien ligadas y ese “wok hei” (el sabor que deja el fuego alto en el wok) que pocos lugares consiguen.
El concepto de Ropa Vieja no es solo gastronómico, sino también de experiencia. El local tiene un aire informal, con detalles que recuerdan a los puestos callejeros pero con el confort de un buen restaurante, nosotros siempre nos apuntamos a la terraza. No hay pretensiones innecesarias, solo buena comida en un entorno acogedor.
El servicio es otro punto fuerte. Es cercano, ágil y con conocimiento del producto, algo que se agradece cuando se trabaja con ingredientes y recetas que pueden no ser familiares para todos los públicos.


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